Muchas veces el que no nos gustemos o nos autocritiquemos en exceso depende de los valores o exigencias ajenas desde que eramos niños.
Si nos exigieron o criticaron demasiado cuando pequeños, de adultos esas voces siguen estando ahí para recordarnos que no estamos a la altura.
Quizás si nuestro círculo cercano hubiera tenido otras preferencias hubieramos sido "perfectos".
Por todo ello hay que liberarse del pasado y entender qué forma parte de nosotros realmente y qué es aprendido. Aquello que forma parte de nosotros es preciso aceptarlo y reconciliarnos con el pasado.
Defender cómo somos y acercarnos a personas que valoren nuestra forma de ser o pensar nos convencerá de la idea de que nadie es mejor ni peor, y que nos guste defender nuestra individualidad.
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